21 sept 2015

Sucedáneos

El hombre ansió riqueza
y desfilando por el mundo puso
cuidado en aplastar
cada brasa de vida.

Para cuando se dio cuenta, su error
ni siquiera sangraba,
una triste amalgama
sin cuerpo.

Lamió escondido todas sus heridas
curando su conciencia,
dibujando en el suelo,
pues la escena del crimen era polvo,
una copia insípida de su víctima.

Las luces y las sombras
hoy nos recuerdan a las fotos negras
veladas de ceniza.
El hombre contempló orgulloso su obra
con una mueca cruel.

Un panorama absurdo:
para los árboles que están helados,
bufandas de papel.

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