Un cardenal impío permanece
aferrado a su pómulo, perenne.
No es el único golpe
desdibujado en su maltrecho cielo,
ella exhibe sus marcas orgullosa
en un juego sin premio.
Cuando mi boca trémula te nombra
atravesando tierna
todas tus formas y perfiles dados,
caduca todo el bosque,
un invierno espantado.
Primero es un rumor, se vuelve grito
que deja una palabra desvestida
y la encuentro temblando.
¡Poetisa muévete,
serpentea en sus lenguas como bailas
desatada en la mía!
Quizá entonces te quieran.
Mas cuando te olviden vuelve conmigo
te besaré, te llenaré de aire
y cobrarás sentido.
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